La secuela de la ganadora del Premio Especial del Jurado de la Berlinale 73 es una de las JOYAS de APUNTESdeCINE. ¿Merecía realmente ese premio? Lee la crítica de nuestro periodista cultural, Mau Orozco.
Por Mauricio Orozco para APUNTESdeCINE
Como ejercicio el cine permite actuar con libertad, pero siempre teniendo en cuenta las implicaciones de eso que se construye en la pantalla a partir de representaciones con las cuales podemos entretejer significados que repercuten en la vida cotidiana o viceversa. Sin embargo, entender que esas repercusiones pueden llegar a ser muy negativas es parte de la responsabilidad de quien crea.
El director portugués João Canijo llega con su séptima/octava producción que se separa en dos entregas, por un lado “Mal Vivier” (2021) y por otro lado “Vivier Mal” (2023) ambas estrenadas en el marco de la edición 73 del Festival Internacional de Berlín, la primera en la Competencia Oficial y la segunda en la Sección Encounters. La primera se condecoró con el Oso de Plata Especial otorgado por el Jurado Internacional de este certamen.
“Vivier Mal” cuenta una historia que se desdobla en tres capítulos, cada uno enfocado en una habitación diferente de un hotel en la región norte de Portugal. Tres relaciones maternales, una entrometida en una relación de pareja, la segunda sobre una madre que lleva una aventura con la pareja de su hija y la tercera de una madre entrometida en la vida personal de su hija lesbiana, a quien protege de todo. Los problemas familiares unifican estas historias desde la infelicidad que les causa estar juntos, Se necesitan y quieren, pero no se soportan, se necesitan, pero desean otra realidad.
El complejo hotelero alberga varias historias llenas de insatisfacción, ingratitud, indiferencia e infelicidad. Paulatinamente vamos conociendo los horrores de las historias íntimas de cada personaje, marañas de infelicidad, un contraste entre la paz de las vacaciones y lo caótico de la cotidianidad.
Los problemas se centran en la insatisfacción, en ocasiones sexual, familiar, marital, económica y de personalidad. Sin embargo, las historias llegan a parecer propias de una estrato social alto, un sufrimiento ligado a lo socioeconómico y se desarrollan como si fueran de vital relevancia, cuando son innecesarios y hasta absurdos, lo cual genera una artificialidad que hace a la película una experiencia desalmada, incongruente e irrelevante que pone la figura de la mujer como una víctima desprotegida, necesitada e incapaz de dejar de sufrir. Un discurso que vuelve evidente una mirada cargada de misoginia.
La propuesta visual y el entramado de los relatos es interesante y guarda la fuerza que pierde el guión, sin embargo no es suficiente para promover el interés requerido para volverla inolvidable.